martes, febrero 05, 2008

EL PERRITO ESPERA A SU AMA (FANTASIAS)























































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































Al oir el sonido de las llaves entrando por la cerradura, él, como siempre se apresuró a recibir a su Dueña a la misma puerta. Se puso a cuatro patas, y una distania tal de la entrada que el paso de su Señora no se viese interrumpido. El "perrito" se alegraba realmente del regreso de su Ama.



Como Ella le tenía prohibido levantar la cabeza en su presencia mientras no lo autorizase, el perro fiel sólo pudo a duras penas vislumbrar el atenduendo que ella levaba puesto. Todo un traje chaqueta en color gris, y con unos zapatos negros de tacón medio, pero fino.



-¿Cómo está mi mascota hoy? Fueron sus primeras palabras al atravesar el umbral.



El perro movía su cabeza y su culo en señal de alegría, pero sin atreverse a levantar la cabeza hacia su Ama.



Ella comenzó a pasear por la casa seguido a un paso por detrás por su perrito. A él. a cuatro patas, le costaba llegar siempre a su lado, intentando, al mismo tiempo, besar el suelo por donde sus zapatos negros pisaban.



Ella no paraba de seguirla por las habitaciones como el perro fiel que era, pero, la verdad, es que las rodillas ya le estaban doliendo bastante del sólido piso de mármol de la casa.



Por fin entro Ella en el dormitorio, y, ante el tocador, Ella susurró: silla. En ese momento, como una flecha se acercó en la misma postura canina en la que ya llevaba un buen rato, y se plantó ante el tocador a fin de que su Ama se dignase sentarse sobre su espalda, y, así, maquillarse más cómoda aquel rostro ya de por sí perfecto y peinar suavemente su pelo.



A la media hora de aquella tarea, Ella le ordenó que le preparase un café. Eficiente como un camarero del Hotel Waldorf Astoria, el sirviente le preparó un café como a Ella le gusta.




En esta ocasión su Dueña le permitío traer la bandeja a dos patas, es decir, caminando. Fue frente a ella como pudo sentir la realidad abrumadora de la belleza de su Ama. Al verle su cara babeante, Ella le dijo que sabía que él la respataba tanto y la deseaba tanto que aunque ella se despojase de su chaqueta y quedasen a su vista aquel torso divino cubierto por una blusa sin mangas en tono pálidos que marcaban sus delirantes pechos y las curvas sinuosas de sus caderas, jámas él se atrevería a rozarla, salvo que Ella se lo autorizase.




Y efectivamente, cuando la vio sin la chaqueta, contempló todo aquel cuerpo perfecto, y lo que más deseó en aquel momento no era que su Ama le permitera tocarla. Lo que él ansiaba en realidad era postrarse ante aquella belleza exultante de Diosa griega, y, postrado a sus pies, adorarla hasta la saciedad de la noche. Adorar y dar gracias a su Ama por ser su Luz, su Dueña, su Protectora, su Castigadora, su Dadora... en resumen, una Ama que le protegía con la autoridad con que una buena Dómina sabe hacerlo.