viernes, octubre 06, 2006

BREVE RECORRIDO POR MIS GUSTOS EN PRENDAS FEMENINAS








Mis gustos y fantasías sumisas han ido madurando y creciendo a medida del paso de mis años; y, sobre todo, viendo cosas en Internet que jamás pensé que se pudieran practicar dentro de la sumisión, pero que poco a poco han ido calando en mi ser, y que en mayor o menor medida me pueden agradar.

En todo caso, y no sé si eso le pasará a otros sumisos, existe una frontera (a veces no clara) entre las fantasía que uno tiene y sueña (y hasta llega excitarse viéndolas en terceros) y otra muy diferente las que yo, en principio, estaría dispuesto a practicar en la realidad de mi vida.
Por tanto, todo lo que aquí escriba sobre mis fantasías sexuales, no implica necesariamente que me gustara o arriesgara a practicarlas. Una cosa si ha permanecido en mí durante todos estos años, y es común a mis gustos. Esto es, la ausencia de dolor físico, salvo en grado ultralight.
Al igual que muchos, desperté mi vida sexual como un fetichista. Y también, como muchos, sintiendo verdadera admiración y adoración por determinadas prendas femeninas, destacando sobremanera las botas negras y otro tipo de calzado como zapatos de tacón alto y fino, y también las sandalias tipo romano, es decir, con tiras cruzadas desde el tobillo hasta la rodilla o por debajo de ella. En el caso de las botas o zapatos me encantan las de color negro, pero en el caso de las sandalias, las de color dorado o plateado son mis favoritas. Casi seguidamente me enamoré de la ropa interior, mayormente del corsé (ya desgraciadamente en desuso) y del tándem: sujetador, braga, liguero y medias (¡qué combinación más perfecta!). Me encantaba la ropa interior con piel o imitación de piel de leopardo.
Casi sin darme cuenta, comenzaba a encariñarme de las prendas de cuero. Todavía recuerdo como si fuera ayer mi primer amor no correspondido. Se trataba de una compañera del coro en el que yo cantaba. No sé si primero me enamoré de ella o de unos pantalones de cuero que de vez en cuando lucía y que producían en mí deseos hacia las mujeres hasta ese momento desconocidos. Era la época de la película "Grease", donde los pantalones de Olivia Newton John aparecía en un dúo con Travolta con unos pantalones de cuero muy ceñidos que le atribuían una apariencia de femme fatale extraordinaria.
Bueno. Este artículo se me ha hecho un poco largo. Quizá hoy esté un poco desganado. Lo dejo aquí por ahora.

miércoles, octubre 04, 2006

MI SEÑORA DEL SERVICIO DOMÉSTICO



Cuando un sumiso, al menos yo, lleva toda su vida sin llevar a la realidad sus fantasías sexuales, no para de generar sueños y situaciones de sumisión con personas que conoce con mayor o menor nivel de intimidad. A veces la reina de mis sueños de esclavo puede ser una persona que veo por la calle, una simple conocida, una compañera del trabajo, una amiga, una pariente más o menos cercana... , y normalmente con un aspecto físico que coincidiera con mis gustos masculinos. Rara vez, y es paradójico, he tenido o tengo algún pensamiento o deseo sumiso con las dos mujeres que hasta ahora me han acompañado en el devenir de mi vida adulta: mi ex esposa y mi pareja actual. Y aunque esta cuestión me la plantearé en un futuro comentario, no quiero pasar la oportunidad de decir que con mi actual pareja tengo más deseos de practicar mis sueños que con la anterior.
Bueno. A lo que venía. Una de las mujeres que más veces fue protagonista de mis "pelis" fue la señora o señorita que venía a mi ex casa a realizar tareas domésticas. Era una mujer que se encontraba en la década de los treinta. Quizá un poco rellenita para mi gusto, pero tenía un rostro sincero y la considero muy buena persona. Lógicamente omito su nombre por respeto; aunque los que me conozcan sabrán a quién me refiero.
Pues bien. Esta señora solía venir a casa con unas botas marrones de media caña, las cuales dejaba en el aseo de servicio junto con el resto de su ropa para colocarse una indumentaria más cómoda a la hora de realizar sus tareas. A veces, ella llegaba antes de yo salir a trabajar, y cuando oía el sonido de los tacones de sus botas en el pasillo de mi planta, ya se me ponía el corazón a cien por hora. Nos saludábamos educádamente y sólo le hablaba más de tres palabras si tenía que dejarle alguna instrucción respecto a la casa.
Varias veces, cuando sabía que un día determinado venía a casa, yo intentaba llegar antes o escaquearme del trabajo para ir a casa con cualquier excusa. Y siempre, "curiosidades" de la vida, siempre venía con ganas de ir al baño. Lógicamente no iba al baño principal, sino al de servicio, que también disponía de water. Echaba el fechillo y allí estaban en el suelo a mi merced aquellas magníficas botas marrones. No es que fueran totalmente de mi gusto, ya que me gustan más las negras, y el tacón era ancho y no muy alto, pero, al fin y al cabo, eran de las pocas que podía tocar a solas.
Me sentaba en la tapa del water y las cogía, las besaba, las olía... qué sensación maravillosa el olor a cuero gastado. También lamía con delicadeza las suelas de las botas. Seguidamente ponía el par de botas sobre la encimera del lavabo enfrentadas a mí como si las llevara puestas, y me ponía de rodillas ante ellas y las besaba con pasión. Desde la punta hasta la parte superior. La sensación que esto me producía era indescriptible. Me hubiera gustado montar la escena de otra manera: con las botas en el suelo, y yo postrado ante ellas besándolas, pero era el baño de servicio, y no se podían hacer muchas virguerías en aquel reducido espacio. Pero para mí era suficiente. Las lamidas de suelas eran discretas para intentar que pasaran por pisadas sobre alguna gota de agua. Tenía que ser discreto. Algunas veces me masturbaba mientras escenificaba la situación de esclavo sumiso. Dios, cómo disfrutaba aquellos momentos. Era lo más parecido a una situación de sumisión que yo había disfrutado hasta ese momento, y creo que hasta ahora. Quizá por esa razón lo tengo tan vívido.
Huelga decir que limitaba mi tiempo en el baño para no levantar sospechas. Pero mis sueños con ella continuaron incluso fuera del baño. Soñaba que oía sus pasos al llegar, le abría la puerta, y ella me decía mientras se sentaba en la silla de la cocina: hola cerdo, cómo está mi sirviente hoy? Bien mi ama- le respondía-, esperando con ansiedad su regreso para poder servirla de la forma que más le agrade. ¿Quiere que empiece limpiando las suelas de sus botas que deben estar sucias de la calle?. Lógicamente ella me respondía que sí (y qué remedio, era mi sueño). Y yo procedía primero a besar sus botas para agradecerle el que me dejara limpiarlas. Y ya me dedicaba de lleno a lamer toda entera sus dos botas con sus suelas respectivas. Tenía la lengua áspera y seca de tanto lamer. Buen trabajo -me decía-, ahora da un buen masaje a los pies de tu Señora, que vengo muerta de caminar. Y yo me entretenía dando un buen masaje de pies, y lógicamente, lamiéndolos y succionando con delicadeza cada uno de aquellos deditos.
Era el paroxismo. Después me ordenaba limpiar la casa, mientras ella se sentaba a ver la tele en el sillón y de vez en cuando me ordenaba que le trajera una bebida o que la abanicara o que me pusiera a cuatro patas para ella apoyar sus piernas mientras leía alguna revista. En mis sueños, la única labor doméstica que hacía ella era limpiar los altillos de los roperos. Pero no quería utilizar la escalera, sino que yo me postraba ante ella, y se sentaba sobre mis hombros, y a un golpe de su pie o a un tirón de orejas tenía que ir levantándome con ella encima (la condenada pesaba un montón, lo que acrecentaba mi placer).
Recuerdo que el único premio que me otorgaba, y que yo esperaba con anhelo, era el lamerle su clítoris después de que hiciera pis. Sécalo bien estúpido, me ordenaba, y quizá algún día te permita probar y sentir en tu horrible y patética cara mi dulce néctar dorado de diosa.
Como verán, la mente da para eso y para mucho más. Más adelante contaré más fantasías con otras protagonistas de mi vida sumisa. Estas fantasías han ido creciendo en calidad y cantidad, a medida que me he ido adentrando cada vez más en el mundo del BDSM.

martes, octubre 03, 2006

ME ENCANTA EL INVIERNO




Después de mucho darle vueltas a la cabeza sobre el porqué me gusta tanto el invierno, he llegado a la conclusión de que existen dos motivos importantes para que piense de esa manera:

El primero, y más importante, es que odio el calor; y más ese calor sofocante acompañado de calima que tantas veces sufrimos en Canarias. Para mí, el verano también conlleva algunas cosas positivas: días radiantes, más horas de luz solar, playa, vacaciones, etc. Me encanta ver (eso sí, con disimulo si voy acompañado), a aquellas chicas cuyo físico me gusta y que llevan puesto bikinis de aspecto agresivo (imitación de pieles de tigre, leopardo, o esas de lycra negra que parecen de látex). La pena es que me gusta la zona nudista, y la verdad es que no se ven muchos bañadores o bikinis por allí). De cualquier manera, me encanta y me excita ver, sean en playa o piscina, esas escenas de chicas montadas a hombros de muchachos, bien riendo o luchando en parejas de amazonas. He de reconocer que cuando las veo, mi excitación es tal, que debo tenderme boca abajo para ocultar posibles y probables protuberancias de mis partes pudendas.
También me gustan esas luchas playeras cuando las jóvenes se sientan sobre el pecho de los chicos intentando inmovilizarlos. Si ellos supieran lo que desearía yo estar debajo de esas chicas, sintiendo su peso y poder sobre mí.
Pero, como dije al principio, me encanta el invierno. El invierno es la estación de las botas y las medias negras. Es curioso como en la estación más fría, las mujeres se visten con las faldas más cortas y otras prendas sugerentes. Esas faldas de cuero cortas, acompañadas por medias negras (a saber si llevan ligueros: sería el colmo) y botas o zapatos de tacón alto y fino. Es el paraíso. Sobre todo cuando llevan botas (¿ se nota que soy un fetichista de las botas?). Me encanta verlas con botas. Me gustan todas, pero sobre todo las negras con tacón fino y alto, bien sean de media caña, tipo botín o sobre todo las que cubren las rodillas tipo mosquetero. Esas son lasa que más me gustan y excitan, pero aquí en canarias se llevan muy poco. El frío no da para tanto.
Cuando veo alguna mujer cuyo físico me guste y lleva ese tipo de atuendos, mi mente echa a correr y se la imagina por la calle así vestida tirando de una correa a cuyo extremo voy yo a cuatro patas. También me imagino llegando a casa con ella, y al llegar ordenarme arrodillarme ante ella para que le bese sus botas, lama sus suelas y posteriormente le de un buen masaje de pies con sus medias negras puestas.
Joder, como me estoy poniendo. Eso es la mente humana: capaz de generar las fantasías más apetitosas, pero que al mismo tiempo produce las frustraciones más horrorosas. La mente te premia con las fantasías y los sueños más deseables, pero te penaliza con la frustración de que son sólo eso: sueños.
Creo que he pasado una gran parte de mi vida soñando con escenas variadas sobre la sumisión. Y la frustración de no llevarlas a la práctica, también me ha acompañado en esa misma vida. A mis dentro de poco 45 años, quizá no va llegando ya el momento de llevar alguna fantasía a la práctica?

lunes, octubre 02, 2006

UN MOMENTO DESAGRADABLE DE MI VIDA


Como ya indiqué en un anterior comentario, fue mi madre quien primero descubrió mi secreto sobre mis actitudes sumisas... o sobre lo que ella creyera al visualizar aquellas revistas, por lo visto no tan ocultas y guardadas por mí.
La siguiente persona en "cogerme" fue, y de malas maneras, la que ahora es mi ex esposa. Pasó que, ya separados, descubrió en un maletín que yo utilizaba para trabajar hasta que estuvimos juntos, una revista "SUMISA". Estaba en un compartimento especial del maletín cuyo contenido no se veía a simple vista: había que buscar. Pero en aquel tiempo su dolor y rabia por la separación le hizo cometer actos que creo, en circunstancias normales, no hubiera hecho, como el hecho de hurgar en las cosas mías que aun quedaban en su casa.
Pues bien, al descubrirla, entró en Internet para averiguar más de aquella revista y sus contenidos. Debe ser que quedó perpleja, atónita, estupefacta y horripilada, a tenor del email o carta que me envió posteriormente. Creo que aun la tengo en mi poder, pero de forma resumida me dijo que ahora entendía el motivo de nuestra separación (como si "aquellos pensamientos" me hubieran sobrevenido hacía poco). Asimismo se mencionaron hacia mi persona adjetivos cariñosos como depravado, pervertido, indeseable, etc. Pero lo más duro fueros los términos de que Dios se apiadase de mi alma (no porque yo sea especialmente católico, sino por lo fuerte de la expresión), y sobre todo, lo que me dijo en relación con nuestra hija. En concreto que cómo podía yo amar y criar a mi hija con esas aberraciones dentro de mi mente. Fue un verdadero golpe bajo, porque todo lo relacionado con mi hija me afecta. Y aunque sabía que nada tenía que ver mi cariño y responsabilidades para con mi hija con mi gustos sexuales, sí es verdad que me dejó K.O. durante algunos días.
Pero como me vi en el deber de aclararle esos términos, nos vimos un día para indicarle que nada tenía que ver eso con nuestra separación, y que mucho menos afectaba a mi relación con la niña. Fui claro y conciso sin ir más allá, ya que no tenía por qué darle explicaciones ahora que estábamos separados. Bastante hice con aclarárselo, ya que otros hubieran pasado del tema. pero yo tengo mi forma de ser y así lo creí mi deber.
También me chocó su reacción por cuanto yo no la tenía por una puritana del sexo, aunque sí algo conservadora. Quizá yo también lo fuera con ella, porque de sexo no solíamos hablar, y mucho menos de las posibles fantasías de cada uno.
En fin, de cualquier manera, hoy en día este tema no ha influido en ningún momento en nuestra relación de padres separados, y nuestra hija sigue siendo el interés primordial de ambos. Puedo decir que nuestra relación como ex pareja es buena si la comparamos con la generalidad.