miércoles, octubre 04, 2006

MI SEÑORA DEL SERVICIO DOMÉSTICO



Cuando un sumiso, al menos yo, lleva toda su vida sin llevar a la realidad sus fantasías sexuales, no para de generar sueños y situaciones de sumisión con personas que conoce con mayor o menor nivel de intimidad. A veces la reina de mis sueños de esclavo puede ser una persona que veo por la calle, una simple conocida, una compañera del trabajo, una amiga, una pariente más o menos cercana... , y normalmente con un aspecto físico que coincidiera con mis gustos masculinos. Rara vez, y es paradójico, he tenido o tengo algún pensamiento o deseo sumiso con las dos mujeres que hasta ahora me han acompañado en el devenir de mi vida adulta: mi ex esposa y mi pareja actual. Y aunque esta cuestión me la plantearé en un futuro comentario, no quiero pasar la oportunidad de decir que con mi actual pareja tengo más deseos de practicar mis sueños que con la anterior.
Bueno. A lo que venía. Una de las mujeres que más veces fue protagonista de mis "pelis" fue la señora o señorita que venía a mi ex casa a realizar tareas domésticas. Era una mujer que se encontraba en la década de los treinta. Quizá un poco rellenita para mi gusto, pero tenía un rostro sincero y la considero muy buena persona. Lógicamente omito su nombre por respeto; aunque los que me conozcan sabrán a quién me refiero.
Pues bien. Esta señora solía venir a casa con unas botas marrones de media caña, las cuales dejaba en el aseo de servicio junto con el resto de su ropa para colocarse una indumentaria más cómoda a la hora de realizar sus tareas. A veces, ella llegaba antes de yo salir a trabajar, y cuando oía el sonido de los tacones de sus botas en el pasillo de mi planta, ya se me ponía el corazón a cien por hora. Nos saludábamos educádamente y sólo le hablaba más de tres palabras si tenía que dejarle alguna instrucción respecto a la casa.
Varias veces, cuando sabía que un día determinado venía a casa, yo intentaba llegar antes o escaquearme del trabajo para ir a casa con cualquier excusa. Y siempre, "curiosidades" de la vida, siempre venía con ganas de ir al baño. Lógicamente no iba al baño principal, sino al de servicio, que también disponía de water. Echaba el fechillo y allí estaban en el suelo a mi merced aquellas magníficas botas marrones. No es que fueran totalmente de mi gusto, ya que me gustan más las negras, y el tacón era ancho y no muy alto, pero, al fin y al cabo, eran de las pocas que podía tocar a solas.
Me sentaba en la tapa del water y las cogía, las besaba, las olía... qué sensación maravillosa el olor a cuero gastado. También lamía con delicadeza las suelas de las botas. Seguidamente ponía el par de botas sobre la encimera del lavabo enfrentadas a mí como si las llevara puestas, y me ponía de rodillas ante ellas y las besaba con pasión. Desde la punta hasta la parte superior. La sensación que esto me producía era indescriptible. Me hubiera gustado montar la escena de otra manera: con las botas en el suelo, y yo postrado ante ellas besándolas, pero era el baño de servicio, y no se podían hacer muchas virguerías en aquel reducido espacio. Pero para mí era suficiente. Las lamidas de suelas eran discretas para intentar que pasaran por pisadas sobre alguna gota de agua. Tenía que ser discreto. Algunas veces me masturbaba mientras escenificaba la situación de esclavo sumiso. Dios, cómo disfrutaba aquellos momentos. Era lo más parecido a una situación de sumisión que yo había disfrutado hasta ese momento, y creo que hasta ahora. Quizá por esa razón lo tengo tan vívido.
Huelga decir que limitaba mi tiempo en el baño para no levantar sospechas. Pero mis sueños con ella continuaron incluso fuera del baño. Soñaba que oía sus pasos al llegar, le abría la puerta, y ella me decía mientras se sentaba en la silla de la cocina: hola cerdo, cómo está mi sirviente hoy? Bien mi ama- le respondía-, esperando con ansiedad su regreso para poder servirla de la forma que más le agrade. ¿Quiere que empiece limpiando las suelas de sus botas que deben estar sucias de la calle?. Lógicamente ella me respondía que sí (y qué remedio, era mi sueño). Y yo procedía primero a besar sus botas para agradecerle el que me dejara limpiarlas. Y ya me dedicaba de lleno a lamer toda entera sus dos botas con sus suelas respectivas. Tenía la lengua áspera y seca de tanto lamer. Buen trabajo -me decía-, ahora da un buen masaje a los pies de tu Señora, que vengo muerta de caminar. Y yo me entretenía dando un buen masaje de pies, y lógicamente, lamiéndolos y succionando con delicadeza cada uno de aquellos deditos.
Era el paroxismo. Después me ordenaba limpiar la casa, mientras ella se sentaba a ver la tele en el sillón y de vez en cuando me ordenaba que le trajera una bebida o que la abanicara o que me pusiera a cuatro patas para ella apoyar sus piernas mientras leía alguna revista. En mis sueños, la única labor doméstica que hacía ella era limpiar los altillos de los roperos. Pero no quería utilizar la escalera, sino que yo me postraba ante ella, y se sentaba sobre mis hombros, y a un golpe de su pie o a un tirón de orejas tenía que ir levantándome con ella encima (la condenada pesaba un montón, lo que acrecentaba mi placer).
Recuerdo que el único premio que me otorgaba, y que yo esperaba con anhelo, era el lamerle su clítoris después de que hiciera pis. Sécalo bien estúpido, me ordenaba, y quizá algún día te permita probar y sentir en tu horrible y patética cara mi dulce néctar dorado de diosa.
Como verán, la mente da para eso y para mucho más. Más adelante contaré más fantasías con otras protagonistas de mi vida sumisa. Estas fantasías han ido creciendo en calidad y cantidad, a medida que me he ido adentrando cada vez más en el mundo del BDSM.

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