sábado, junio 23, 2007

MI SUEÑO DE UN ALMUERZO























































































































































































































Ella estaba sentada frente a mí en la mesa del almuerzo. Llevaba, ya me había dado cuenta de ello, unos zapatos con cierto tacón, y abiertos por delante. de tal manera que podía apreciarse aquellos delicados y bien cuidados dedos de sus hermosos pies.

Pues bien, y he aquí la fantasía, ella me ordenaba con los ojos que me agachara bajo la mesa. Encontré una nota escrita por ella bajo uno de sus zapatos. Claramente se leía: "continua así de rodillas bajo la mesa. Acerca tu cara a 5 centímetros de los dedos de mis pies, admira y adora la belleza de los mismos, pero ni se te ocurra tocarlos o besarlos. Sé que lo estás deseando. Ese será tu premio-castigo. Yo disfrutaré de las ganas locas que tienes de hacerlo, pero no lo harás para obedecer las órdenes de tu ama".

Y así me pasé más de media hora arrodillado. gozando y sufriendo al mismo tiempo del espectáculos de poder admirar muy de cerca sus hermosos pies, pero sabiendo que no podría siquiera rozarlos. Me tendría que conformar con su visión y con su fragante aroma.

Lo único que me sacaba de aquella adoración de mi ama eran las pocas veces que me premiaba tirando al suelo donde yo estaba, alguna pipa de aceituna ya comida por ella, y debía recogerla con la boca, devorar la poca carne que le restaba a la aceituna, y, por último, tragarme la pipa (esto lo hacía yo de pequeño porque me gustaba, no porque me obligaran).

Eso sí, ningún otro comensal del almuerzo se preguntó dónde iban a parar las varias pipas de las aceitunas que aquella buena y preciosa muchacha comía con pasión, pues el plato donde debían ponerse estaba tan limpio y vacío como antes de empezar a ingerirlas.

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